Hay txistularis que tocan el txistu un día y son buenos. Hay otros que tocan el txistu un año y son muy buenos. Pero hay los que tocan el txistu toda la vida, esos son los imprescindibles.
La Guerra Civil hizo que una familia afincada inicialmente en Otxandio, tuviera que pasar varios años transitando por otros municipios de Bizkaia. En ese devenir, el primero de sus hijos, Koldo, nacía en Santa María de Lezama. Cesáreo Bengoa, miembro del Batallón Kirikiño, y su mujer Inés, marchaban del municipio del Txoriherri al barrio bilbaino de San Ignacio, donde nació su segunda hija, Begoña. Por último, la puesta en marcha de las grandes industrias metalúrgicas en Ezkerraldea acabó con el trasiego de la familia Bengoa-Mata en San Salvador del Valle, hoy en día Trapagaran, donde nació el tercer hijo, Iñaki. Allí se asentó definitivamente esta familia. En La General trabajaron su aita y los tres hijos. Su aita, Cesáreo, compaginaba la fabricación de transformadores con su afición por la música. Las bandas de Portugalete, La Arboleda y Somorrostro acogieron a este músico.
La situación económica de la post-guerra obligó al mayor de los hijos, Koldo, a entrar en La General a "tirar de carretilla" desde los 14 años. Coincidir con Celestino López de Bergara le sirvió para aproximarse al txistu. A partir de entonces, Koldo esperaba ansioso el sonido del cuerno para coger el txistu, tamboril al hombro, subirse a la bicicleta, pasar el Puente Colgante y llegar a Algorta para ensayar con el grupo de danzas Itxas-gane. Paralelamente, Luis Bergara, Celestino López de Bergara, Enrique Cuesta y Koldo, con sus dianas, inundaron con el sonido del txistu todos los rincones de la Noble Villa jarrillera.
El txistu era su compañero y la bici su medio de transporte. Después de tocar en las fiestas de Zaballa, todavía le quedaban ánimos para subirse en las dos ruedas e ir hasta Butrón, donde conoció a Mari Carmen, su mujer. A partir de entonces, fueron sus dos amores, inseparables hasta el último día.
El grupo Aldatz-Gora de Gallarta fue la siguiente estación de este txistulari incansable. Allí conoció, entre otros a Inmaculada, Juanjo, Fidel, Merodio o Varona. De Gallarta, a Urioste. También dejó su impronta en este barrio de Ortuella, donde las familias de Hilario y Gandarias se esforzaban en sacar adelante este grupo de danzas con los que recorrió todos los municipios de la Margen Izquierda y Zona Minera.
Pero Portugalete era su feudo. Las fiestas de San Roque eran, sin duda, los días más felices para este txistulari: la diana y las bajadas de San Roke y San Roquillo no conseguían aplacar las ansias de alegrar a todos los vecinos y vecinas. En la bajada, Koldo cumplía, junto con Bergara, Alberdi, Eguia y Eduardo, la tarea de abrir la bajada desde el Campo San Roque y desde el Ayuntamiento se apresuraba a regresar al lugar de inicio para acompañar con su txistu y tamboril a otros grupos de danzas: Berriztasuna, Lora Barri, la cuadrilla Jatunak... con cualquier grupo que no tenía txistularis, allí estaba Koldo.
En definitiva, infinitos recuerdos de una persona que vivió para el txistu y para su familia.
Fuente: www.deia.com
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